Entrevistar en tiempos de pandemia

Por: Reinaldo Cedeño Pineda

¿Cómo entrevistar a una heroína? ¿Qué palabras usar? ¿Y si de pronto es alguien que conoces de cerca?

Así me ha pasado. Tal vez tendré que pedirle disculpas. Todos los días uno no tiene delante a una persona de su estatura. Todos los días uno no es testigo de como una persona se agiganta. Y hay que estar con el ojo avizor, porque lo que tienes a mano, a veces se te escapa.

Ella sale al clarear la mañana y regresa en las altas horas. Sin descansar un día, ni uno solo, desde el mismísimo inicio de los casos del nuevo coronavirus en Cuba. Se multiplica para atender a un hijo recién operado, a una madre anciana, a una hija inquieta. Y sale a encabezar la tropa que higieniza la ciudad de Santiago de Cuba, los barrios periféricos, las calles emblemáticas, los hospitales, los centros de aislamiento.

Como amigo podría acceder a la petición de no decir su nombre. Como periodista, eso no es posible. Callarlo sería faltar al espíritu martiano, cuando apuntó:  “El elogio oportuno fomenta el mérito (…) es cobarde quien ve el mérito humilde, y no lo alaba”.

Ella es la doctora Tayseth Fuente Rojas y encabeza un grupo de trabajo de excelencia. Es vicedirectora de Salud Ambiental del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología en Santiago de Cuba. Le doy las gracias: no conozco una palabra mejor que esa. Y se la da el amigo, el periodista, el ciudadano cubano.

Una vida tejida entre dos

Entrevistar en tiempos de pandemia me ha dado muchas lecciones, ha sacudido todas las teorías, ha estremecido la experiencia. Siempre he asumido que una entrevista es una inmersión, aunque con estupor escucho a algunos que creen que un entrevistador solo enhebra un diálogo, o reacomoda  palabras previamente grabadas o enviadas.

Tales ideas parten de presupuestos erróneos, de caricaturas de entrevistas, de simulacros de entrevistas, de entrevistas para salir del paso. Durante años he sostenido una sección de diálogo en vivo con intelectuales y artistas en Radio Siboney, Santiago de Cuba. Lugareños y visitantes. Tengo un manojo de anécdotas al borde de lo increíble. Una subjetividad frente a la otra resulta una exigencia nada despreciable.

Hay quien cree que puede subirse a un escenario a danzar o a una pista a correr, solo porque observa lo aparencial, “lo fácil” que lo hacen bailarines y atletas. Hay quien cree que entrevistar es la mera alternancia de preguntas y respuestas, y no la construcción de una atmósfera para lograr que el personaje que tienes al frente, se olvide de las luces o el micrófono, se derrame.

El periodismo especializado, el que tiene como soporte el arte o el deporte, por ejemplo, ha tenido que reinventarse  en estas semanas sin festivales ni competencias. El ser humano desde su propio hogar, ha sido el centro. Un tiempo de examen de doble filo. Un reporterismo doméstico y telemático ciertamente retador.

El periodismo es un acto de creación, y contar las historias lo requiere en grado sumo, por el imperativo de hacerlo tantas veces en poco tiempo y poco espacio. Justo es el reto. Hay que cuidarse de no hacer la misma entrevista una y otra vez, aunque se cambien el rostro o la voz. No ignoro, no puedo ignorar  la dinámica de los medios ni las circunstancias que vivimos; pero una entrevista no será nunca una meta a cumplir, ni unos minutos por llenar.

“Hay mucho de bondad y solidaridad barrio adentro que tenemos que destacar”, me ha dicho (y ha dicho bien)  Martha Cabrales, periodista de  Prensa Latina, colega de larga data, de quien admiro su exactitud y elegancia. Una joven profesional como la espirituana Lisandra Gómez, desanda esos caminos con brillantez. Nos pone al alcance desde las páginas de Juventud Rebelde, unas historias cinceladas en lo más profundo de la emoción.

Existe un grado de convencimiento en cada entrevista, pero también un aspecto íntimo  a respetar, un compromiso ético inexcusable. Una enfermedad es un asunto dificil. No hay derecho a imponer un micrófono o una cámara a personas que no desean ser entrevistadas. No hay manera de disfrazarlo, siempre se resiente la fluidez  del producto comunicativo, te asalta en un ángulo raro, un gesto inexpresivo, una palabra entrecortada, rápida, formal.

Entrevisté a una cuentapropista que ha puesto su negocio al servicio de los más vulnerables del barrio, de manera gratuita. No lo hice para la prensa, me salió de aquí… y se toca el pecho. Ese fue el recibimiento. Como toda entrevista es una negociación, me tocó convencerla de la necesidad de expandir su ejemplo. Me pidió no hacer ninguna publicidad a su instalación, no incluir ninguna fotografía del lugar. Así fue. Su hermoso gesto y sus palabras lo llenaron todo: “Es la hora de poner el hombro, las manos, el corazón”. Tal fue el titular.

Una entrevista es un género mayor, la novela de una vida tejida entre dos. Cuando no toca, has perdido el tiempo, se lo has hecho perder al entrevistado, has estafado el de tu audiencia. Ahora, antes y después, incluso en estos tiempos duros, en estos tiempos de pandemia.

Tomado de: Cubaperiodistas

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