Murió el legendario bibliotecario Eduardo Delgado

Escrito por Reinaldo Cedeño Pineda

Tuvo nombre de rey y su corona fue servir. Siempre con sus manos llenas de páginas y haciéndonos crecer con cada libro que tocaba. No sé cuántas veces habrá que agradecerle su contribución a la cultura santiaguera y cubana.

¿Cuántos investigadores, cuántos lectores, cuántos… no le debieron la primera chispa o el alumbrón definitivo? Puedo dar fe…

“Ser bibliotecario, en primer lugar, es un honor”, me dijo en una de las entrevistas que le hice en la Sala de Arte de la Biblioteca Elvira Cape, un lugar que prestigió durante años con su presencia. Su colección de carteles era antológica. NUNCA fue igual sin él.

Detrás de sus espejuelos, habitaba la sapiencia, la paciencia, la conciencia. Y cierto donaire, cierto gracejo inconfundible.

Daba gusto escucharle hablar de su natal Yaguajay. La emoción lo desbordaba. Hay tantas anécdotas flotando en el aire, tantas por contar…Fue memoria ambulante, puente hacia el conocimiento, cobija de saber. Ese, Eduardo Delgado Pérez, bibliotecario de ley, amigo sin pausa.

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