Años de magia y memoria en el Heredia (Fotos)

El Teatro Heredia, corazón cultural de Santiago de Cuba, no se mide solo en décadas, se mide en sueños alzados sobre el escenario, en aplausos que estremecen sus salas, y en las manos de quienes, como Adolgabis Olazabal Ávila y Juan Bolívar Blanchet han tejido su historia desde las sombras y los archivos.

Al cumplir 34 años este 13 de agosto, sus paredes susurran las vivencias de estos dos pilares.

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Adolgabis: El mago tras el telón

Su voz vibra con la emoción intacta del primer día: “Llegué el 17 de septiembre de 1991. ¡El mismo día de mi cumpleaños!”. Aquel joven reclutado por el Ministerio de Cultura no imaginaba que el Heredia sería “el regalo más grande” de su vida. Desde su trinchera en la tramoya—”¡que no ha muerto, solo ahora algunos le dicen maquinista!”— ha sido testigo de epopeyas: el IV Congreso del Partido, las múltiples visitas de Comandante en Jefe, y noches donde la danza y la música convirtieron el escenario en altar.

“Conocí a Alicia Alonso. Trabajé a su lado, fue mi maestra… Ella me enseñó el alma del escenario”, confiesa, mientras evoca el vértigo de hacer “subir y bajar escenografías como por arte de magia”. Sus ojos brillan al recordar a Johnny Ventura: “¡Yo escuchaba sus discos de niño! Y un día ahí estaba él, conversando conmigo… Nos tomamos fotos, fue un sueño”. Olga Tañón y infinidad de artistas desfilaron bajo su mirada atenta, ese oficio que lo enamoró y al que juró lealtad:

“Aquí quiero jubilarme. A todo joven que llega le digo: Quédate. Los mejores días de tu vida estarán aquí”.

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Juan Bolívar: El archivero del alma

Mientras Adolgabis mueve los hilos de la escena, Juan Bolívar Blanchet, especialista en Comunicación, rescata la memoria. Llegó oficialmente en 2004, pero su amor por el Heredia nació antes, animando los legendarios “Sábados de la Rumba”. Su revelación fue encontrar un archivo “pobrecito, con pocas cosas”. “¡Los carteles se botaban!”, exclama con indignación. “Y un cartel no es solo papel: es arte, es diseño, es esfuerzo”.

Así nació su cruzada: hoy el teatro atesora más de 200 carteles, 500 afiches, 60 cartas de reconocimiento y 45 diplomas—”la memoria histórica que nos define”, afurma.

Jubilado hace dos años, sigue en primera línea: enseña a nuevos promotores y lidia con el desafío de programar en tiempos de escasez de combustible, transporte. Su meta: integrar talentos aficionados, académicos y profesionales, porque el Heredia “es el sitio emblemático donde Santiago late”.

“¿Por qué si una compañía no actúa aquí, la gente reclama?”, pregunta retóricamente. “Porque este es su teatro: climatizado, sin lluvia ni sol, con cabida para 2 000 almas… El lugar idóneo pare disfrutar del arte”. Su orgullo trasciende las paredes: fue uno de los dos elegidos para sembrar el caguairán en los jardines del teatro, bajo la mirada de Juan Almeida. “Ese árbol simboliza la fortaleza, la resiliencia, como el Comandante y como este teatro”, dice, tocándose el corazón.

Un legado que se alza..

Tres décadas y cuatro años después, el Heredia sigue siendo más que escaleras y butacas. Es el sudor de Adolgabis moviendo pesados telones con la precisión que aprendió de Alicia; es la paciencia de Juan clasificando cada afiche como si fuera un tesoro nacional. Es el refugio donde Santiago celebra sus congresos, sus ferias, sus ballets y sus congas.

En este aniversario, mientras el caguairán extiende sus raíces frente al coliseo, dos hombres encarnan su espíritu indomable. Son la garantía de que los próximos 34 años del Heredia seguirán escribiéndose con la misma pasión.

Periódico Sierra Maestra

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