Cada año el 25 de mayo sirve de recordatorio y convocatoria para admirar y estudiar la grandeza de África, su historia, su cultura, los desafíos que enfrenta y la huella que ha dejado en el mundo a precio de sudor y sangre.
Están frescas aún las celebraciones por el Día del Continente Madre y los homenajes que de múltiples maneras se le tributan a África en esa ocasión. En Lusaka, Zambia, el 6 de junio 2024 se festejó la efeméride. Se dieron cita varias representaciones del continente africano. Se exhibieron fragmentos de la riqueza de sus culturas a través del baile, la gastronomía, el vestuario, la danza y la música, en una amalgama de tejidos, colores, sabores y sonidos que no dejaron lugar a la indiferencia.
En los intermedios de la ceremonia oficial, se escuchaba uno de los temas, que por su construcción melódica, rítmica y poética, se inscribe entre los más extraordinarios que se hayan dedicado al continente: “Africa”, del cantante y compositor maliense Salif Keita, registrado en el álbum “Folon”, de 1995.
Recordaba entonces los honores que desde la música se le han rendido al continente africano en diversos géneros y puntos del planeta. Siguen resonando, entre tantos, temas como “Africa”, de Youssou Ndour, “Africa Unite”, de Bob Marley and The Wailers, “Africa”, de Toto, “Mama Africa”, de Akon, “Under African Skies”, de Paul Simon y “Mama Africa”, una versión del tema de Peter Tosh, que bajo la batuta de su hijo, Andrew Tosh, volvió a confirmar cómo la música puede ser el puente para la unión entre los seres humanos más allá de diferencias y distantes geografías..
El himno de Sudáfrica, quizás una de las piezas musicales de su tipo más hermosas que se hayan legado a la humanidad, concluye con una plegaria de bendición al continente, expresada en la frase Xhosa “Nkosi Sikelel’ I-Afrika”: Dios bendiga a África. Dos joyas interpretativas de esta pieza han quedado registradas por la agrupación vocal sudafricana Ladysmith Black Mambazo y el brasileño Djavan, cuya versión aparece en su disco “Meu lado”, de 1986.
La celebración del Día de África sirvió además como recordatorio del avance creciente de varios artistas del continente en el ámbito de la música popular contemporánea en la escena musical mundial. Nombres como Burna Boy, Wizkid, YoMaps, Davido, Ayra Starr, Yemy Alade y Tyla son cada vez más frecuentes en el género conocido como afropop.
Al fusionar melodías y rítmicas africanas con géneros como el pop, el rock, el funk, el reggae y la música electrónica, en la búsqueda por alcanzar audiencias cada vez más globales, el afropop conserva una sonoridad africana indiscutible. Su influencia mundial ha crecido a tal punto que los Premios Grammy, amén de haber reconocido históricamente a artistas del continente en otros rubros, incorporaron en la edición del 2024 la categoría de Mejor Performance de música africana.
Es un intento por ampliar las opciones de premiación para las creaciones del continente, no sin que ello convoque a cuestionarse si el rubro realmente pondera la calidad artística o la popularidad de los artistas.
Expresiones de la música popular contemporánea africana como el afropop tienen un componente comercial significativo dirigido a conquistar mercados masivos para su consumo. Con este propósito se articulan códigos ideo-estéticos en la factura musical, danzaria y audiovisual que, sin ser objeto de estas líneas, permiten trazar una matriz conceptual común no solo entre las propuestas africanas sino con las creaciones del mismo entorno creativo de occidente.
Más allá de ello, la música que desde África hoy conquista el corazón de millones en el mundo y señala un camino ascendente de influencia global, tiene el gran mérito de impulsar el quehacer sonoro de un continente. A este fenómeno ha contribuido las tecnologías de la información y las comunicaciones que con innegables limitaciones en África han logrado ampliar el acceso a los recursos para la creación y difusión de la música.
Sin embargo, la visibilidad alcanzada hoy por la música urbana africana a través del afropop también expone su reverso: las zonas de silencio derivadas de la escasa o nula presencia de otros géneros en los grandes escenarios mutilan la exposición de la diversidad creativa de todo un continente. Las expresiones tradicionales, la cancionística, la creación jazzística no suelen correr con igual suerte de cara a los intereses de los grandes conglomerados de la industria musical a nivel mundial.
A lo anterior se suman los desafíos relacionados con las desigualdades económicas, de infraestructuras y la brecha tecnológica existente en los países de la región. Ello impacta de forma notable en las acciones de rescate, registro, difusión y posicionamiento en el mercado mundial cuyas principales cadenas de producción, distribución y difusión controlan las grandes multinacionales de la música.
Nombres como Pops Mohammed, Toumnai and Kidki Diabaté, Gilly-C, Simphiwe Dana, Zamajobe, Brenda Fassie, Oliver Mtukudzi, Papa Wemba, Mafikizolo, Abdullah Ibrahim, Aster Aweke, Hugh Masekela, Angelique Kidjo, por solo citar muy escasos ejemplos, suelen quedar fuera del espectro habitual de consumo desde nuestras orillas.
Ante esta realidad, el llamado es a sacudirnos de lo que se nos impone como el quehacer musical de más de 50 países de África desde concepciones mercantiles, reduccionistas y colonialistas.
Las políticas de inclusión, equidad y respeto al ser humano, promovidas por la Agenda 2030 para el logro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas pasan invariablemente por el reconocimiento en su más amplio sentido de lo que constituye parte fundamental de la identidad del ser humano: la cultura.
África exhibe una riqueza musical que va mucho más allá del afropop y hacia esa diversidad tenemos el deber de promover la expansión de una escucha descolonizada y liberadora hacia el legado cultural del continente en el mundo. La música, al sobrepasar las barreras idiomáticas, se convierte en un medio por excelencia para el conocimiento de otras culturas de las que todos formamos parte.
Con África de fiesta en mayo, la música nos recuerda el necesario y enriquecedor viaje que hemos de emprender siempre de vuelta allí, al origen de la vida, nuestra casa. Ya nos decía Eduardo Galeano en su libro Espejos. Una historia casi universal: “somos todos africanos emigrados”.
Hagamos la travesía desde la música para que el baobab que somos conserve raíces firmes y se mantenga en pie. El enriquecimiento espiritual que brindan el arte y la cultura para todos, y particularmente para los cubanos, es hoy más necesario que nunca. Martí desde las páginas del periódico Patria en 1892 señalaba el rumbo: “el arte en todo y a todas horas, es tan necesario a los pueblos como el aire libre. Pueblo sin arte, sin mucho arte, es pueblo segundón./…/ Hay que recortar los dientes, y que alimentar las alas”. Emprendamos el vuelo a la madre África que espera.
- Regresa desde hoy a Holguín Feria Arte y Tradición - 2 mayo, 2025
- Recibe AHS Santiago de Cuba a sus nuevos miembros - 1 mayo, 2025
- Fidanz conecta tradición y modernidad en Santiago de Cuba - 28 abril, 2025
Visitas: 37