El aire en la calle Heredia es espeso, cargado de un calor que huele a mar, a ron derramado y a historia. Pero es justo ahí, en un portal verde que parece desafiar el paso de los siglos, donde ese aire se transforma. Deja de ser pesado y se vuelve música. Es la Casa de la Trova, el pulso sonoro de una ciudad que cumple 510 años y que no concibe su existencia sin este santuario donde la guitarra es altar y el son, la religión. Cruzar su umbral es…
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