Hace escasos días, el 15 de agosto, se cumplieron ocho años de la partida física de Antonio Moltó Martorell un cubano con amplio historial en su quehacer como revolucionario, periodista, radiofonista y funcionario público; esto último, principalmente durante aquellos años en que presidió la Unión de Periodistas de Cuba, cargo que ocupó desde julio de 2013 hasta el día de su muerte.
Quizá piensen que haré un recuento de todas las actividades en las cuales se desempeñó. Nada tan lejos de mi propósito, porque prefiero recordarlo, sobre todo, como el ser humano que tuve la suerte de conocer, y con quien dialogué en varias ocasiones; también como el colega que desde su posición al frente de la UPEC, a mí – como a todos sus colegas – atendió solícito compartiendo sus ideas.
Recuerdo aquel verano de 2012 cuando visité la sede de la UPEC. Fui a verlo para que me apoyara en un empeño profesional. Aquella tarde estaba en una reunión y, al ser avisado de que un periodista cienfueguero necesitaba verlo, se asomó a la puerta de su despacho y con la naturalidad que siempre lo caracterizó, me dijo: – Dame unos minutos y enseguida te atiendo.
Al poco rato se me acercó, me tendió su mano y me preguntó qué me hacía falta. Le comenté que buscaba algunos materiales didácticos. Junto a él también estaba Irma Armas Fonseca, otra persona que poseía un gran aval; ambos se tomaron para sí la solución. Además de cuanto me facilitaron, al otro día llegué de parte suya a la Facultad de Periodismo para completar lo que necesitaba.
Aquella fue una de las muchas ocasiones. En mi provincia, junto a muchos colegas, tuve la oportunidad de conversar con él y escucharlo hablar con el convencimiento y la vehemencia que lo caracterizaron. Era apasionado al expresarse, y no podía ser de otra forma en un ser humano que vivió en plenitud su opción profesional de vida.

Lo recuerdo cuando dirigió Haciendo Radio. En fechas más recientes, marcó época con Luis Sexto en el espacio de opinión Hablando Claro, de Radio Rebelde. Moltó, como lo llamábamos, era un periodista radial de primera línea.
Por su carácter amistoso, enérgico e incasable fue alguien admirado y querido. Fue en eso, como en todas sus virtudes, un santiaguero genuino, hijo de padre obrero y madre ama de casa. Su origen humilde fue la esencia del carácter que lo moldeó y profesó de manera invariable.
Dije que no iba a enumerar cargos ni méritos, los cuales tuvo en abundancia. En el caso de Antonio Demetrio Moltó Martorell, su historia de vida, la profesionalidad y el humanismo que lo definieron son suficientes para intuir su mucha virtud. Es por ello que lo recuerdo con el respeto y el afecto que merece. Pronunciar su nombre es suficiente para revelar su grandeza.
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