Premio Nacional para la Infancia Cubana: Ana Nora Calaza

Muchísimos cubanos de muy diversas edades sienten como propio el Premio Nacional de Televisión instituido desde 2002, con que este medio en su 74 aniversario este 24 de octubre, mediante un prestigioso tribunal del actual Instituto de Información y Comunicación Social presidido por José Ramón Artigas (ya ostenta este Premio), está coronando a la Maestra de generaciones de artistas, cantante coral, compositora, musicalizadora, asesora musical siempre apegada a la melodía, animadora, directora y actriz de teatro, radio y televisión para niños y jóvenes, Ana Nora Calaza Forte, porque varias generaciones de niños hemos disfrutado su arte, aunque como es común según su impacto, a menudo reconocemos más al personaje que a su intérprete; y se regocija nuestra Radio, donde también ha descollado.

Nació un 6 de agosto en el hospital Maternidad Obrera por la filiación comunista de su familia, viviendo en San Nicolás entre Sitio y Maloja, Los Sitios, en el hoy municipio Centro Habana, en un hogar amante de las artes: su tía Mercedes Fortes de la Osa escribía para niños; su padre la llevaba a las puestas que su amigo Paco Alfonso dirigía o protagonizaba, lo que según María Regla Figueroa Evans (2024, enero 6; www.envivo.icrt.cu) moldeó su espíritu artístico; y con la ayuda de un tío accedió al mundo de la televisión que hacia 1955-1957 aun despuntaba, y a espaldas de sus padres, con solo 4 años de edad y hablando aún medio enredado, debutó en los estudios de CMQ para niños y jóvenes haciendo promociones con un sueldo, por lo que se dice la asalariada más joven que ha tenido Cuba.

Artista exclusiva de la televisión, era adolescente cuando estudió piano y saxofón en el Conservatorio Amadeo Roldán, al que tanto le  agradece y donde tenían un grupo musical llamado Radik 7 con Ele Valdés (luego en Síntesis), Sara González, Lucía Huergo con obra musical reconocida y la banda sonora de espacios televisivos; Sandra Mirabal (hija de Martha Jean-Claude), Margarita Ponce (luego mucho tiempo en la Sinfónica), Argelia Fragoso… ya allí y entonces, recuerda como algo grande al muy querido por todos, profesor de música cubana con muy buena comunicación con sus estudiantes, Pedro Cruz, el maestro de prácticas de conjunto que les enseñó a tocar guitarra, maracas, etcétera, y a ir a las comunidades, donde tocaban con una orquesta de Ricordi (memorias), algunas campesinas que estaban aprendiendo, y tocando, inauguraron el boulevard de Camagüey, y desde un campamento en los sitios Vertientes-Camagüey, los llevaban a tocar a distintas “escuelas al campo”, todo lo cual la ayudaría como actriz vinculada a la música, pues se mantenía en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (Icrt).

Iba a hacer Amigo y sus amiguitos (que le contaron que databa de 1961 con Consuelo Vidal y Robertico manipulándolo, tras el otrora Pelusín del Monte, dirigido por otro inmenso de nuestras artes mediáticas: Oscar Luis López) y la asesora Celia Torriente la oyó cantar y otras aptitudes y cursó la Escuela de Formación de Actores del Icrt al ser procurada en Tía Tata Cuenta Cuentos años después de haber iniciado en 1961 en Radio Liberación (antigua CMQ) con Consuelo Vidal y luego, su muy amiga Carmen Pujol,, llevando a los niños música infantil y poesía tanto en radio como en televisión, donde empezó a cantar en el combo de marionetas Los Yoyo, poniendo la voz al títere Alelí, la rubia que cantaba para niños mayores.

Fundadora del espacio televisivo infantil de estampas del viejito Chichí, en el programa para Círculos Infantiles Cajita de Música acompañaba a los niños al piano como la abuela que interpretaba Elena Bolaños, y en otros programas en la misma radio como asesora musical; en muchísimos animados de la televisión como Cuentos de Señora Santana, títeres manipulados por un grupo de titiriteros de la televisión; y en varias series como Penas y Alegrías de Papito y Compañía, y otras.

Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y de su Comisión Nacional de Cultura Comunitario fundada desde 1994 por Abel Prieto, y entre otras muchas acciones ha trabajado para los niños ingresados en el hospital Oncológico, labor de mucha abnegación y sacrificio, pero tanto le compensa y ha modificado su concepto que traía del trabajo comunitario, porque es cuando realmente lo ha comprendido y por ejemplo, en el proyecto Cultura Corazón Adentro (Venezuela) veía muy bien los resultados de esta labor al punto que luego, a veces se ha sentido frustrada en Cuba tratando que se parezca a lo que hacían en Venezuela donde el diagnóstico se reflejaba mejor en su obra, y aquí no tanto con la televisión, con la que está tratando de resolver que los niños viven la actualidad de la calle pero la música urbana es ritmo muy simple, y trata de lograrla con letra infantil como antes había logrado en el rap con el piteo, y hace espectáculos para niños organizados por el Teatro Nacional, algunos en comunidades inmediatas como La Timba.

Además, ha actuado en Tras la huella, y en novelas como Al compás del son (2004, original de Maité Vera, dirigida por Rolando Chiong: era la Señora de Blanco), dispuesta siempre a lo que la llamen con sus compinches ancestrales: los títeres, que ya son parte de su familia y aún más, del patrimonio de nuestros medios desde lo más profundo del imaginario popular cubano.

Actualmente tiene una peña fija todos los sábados en la Feria de Línea e I (Vedado); dirige doblaje de los Estudios Fílmicos de la Televisión, actuando en muchos: por ejemplo los animados rusos narrados por una ruso-española que aquí los convirtieron en animados con voces y se disfrutó tanto que salió en Internet, y al llegar a Rusia quien tenía que recogerla estaba con la pelota y la ayudó ser reconocida por los muñequitos rusos. Trabaja en películas audio-descripciones para ciegos y débiles visuales en coordinación con el proyecto 23 del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), algunas películas se ven en el proyecto Tocando la luz y otras en el Canal Educativo que ha creado un espacio para invidentes, lo que se hace en muy pocos países, pero el cine cubano lo logró doblando y poniendo voces a Elpidio Valdés, Fernanda, la serie Pubertad y otros, que se trasmiten en escuelas con niños con esas características. También en cine trabajó en la película Inocencia dirigida por Alejandro Gil y Yasmany Guerrero, y en Animados Icaic en los Cuentos de Ñañaseré dirigidos y escritos por José Martín Díaz, con los cuentos tradicionales de nuestros ancestros. Actualmente filma una serie con locación en la Escuela de Cine.

Ya con gran experiencia manipulando títeres y programas musicales, ha participado en Festivales de la Radio y de la Uneac, domina los idiomas ruso e inglés y en 1973-1982 encarnó protagonistas en dos hitos de nuestros medios para niños y jóvenes (Sábado 37, dirigida por Dionisio González) y programas como A Jugar. Cuando el escritor de programas dramatizados para niños y jóvenes en la radio y la televisión Antonio Orlando Rodríguez, le pidió ponerle voz a una marioneta muy cubana, La Rana Cúcara, devino otro emblema nacional al menos para dos generaciones, pero ella puso la condición de manejarla también, porque aunque entonces aún no era titiritera, ella sabía lo que quería, y fue cuando empezó como titiritera, ejercicio que ama y mantiene activo.

En las novelas de Radio Liberación comenzó a hacer voces de infantes masculinos (también ha interpretado muchas hembritas), quizás ayudada por “su voz áspera y ronca” (según Yoelvis Lázaro Moreno Fernández; 2024, mayo 11, en Juventud Rebelde) y “llena de timbres y matices (…) cálida y criolla a la vez”, con la que actúa tú a tú con los niños, con asidero en la compleja y fascinante técnica del doblaje, que mucho la entusiasma y ocupa. Sostiene diálogos interiores con sus títeres, sus compinches que lleva a todas partes y la inspiran: cargó a Cúcara a Venezuela como una niña, y fue su única acompañante para un resultado médico, con quien nunca se siente sola. No ve a los títeres como simples muñecos sino que tienen muchas historias que contar, relación muy amorosa y ella les da fuerza y destreza, los humaniza, a Cúcara por ejemplo le imprime de los personajes de Aurota Basnuevo esa cubanía y desenfado a disfrutar tanto; le encanta que sus títeres se apropien del escenario y contacten con el público: son más importantes que ella, sobre todo para los niños y también para los padres, que luego quieren fotografiarse con los títeres.

Germán Navarro la dirigió en 1984-1990 en Las Aventuras del Viejo Jotavich (con José Antonio Coro: “me arranco un pelo de la barba…”), y en 1985 con Oscar Luis López en Las Aventuras de Yu; Ana María Salas en Toqui (1986); Julio Cordero en El mago del Cachumbambé (1987); y Jesús Caldas en Arcoiris musical (1987-2005, lunes 7 pm, aportando su Tristolino, compañero de Alegrina). De Caritas (lunes, 6.30 pm, donde Maribel Rodríguez Ballesteros aportó la primera niña payasita de la televisión cubana) quedaron obras como Cae una gotica de agua, que explica la lluvia de modo agradable, seductor, poético; y Pin Pon. Todos son antológicos, pensados para momentos del desarrollo físico y sicológicos en las primeras edades, siempre protagonistas: para cuando el niño está aprendiendo a comer solo: “ya venga la papa, que venga ya, está sabrosita, qué rica está, yo como solito, ya lo verás, el plato vacío voy a dejar”; para la candidez de los primeros años, “Son de los niños, son de cariño”; para cuando comienza a dar sus primeros pasos, “Como un elefante, yo sé caminar, palma arriba, palma abajo, y giro sin parar” y no por gusto cambia el animal en la misma canción, porque entonces el niño se concentra muy poco tiempo en cualquier actividad. Cita al proyecto Simientes con su revista como trabajo trascendental que impulsó Vilma para la labor educativa en nuestros círculos infantiles, según cada etapa de la vida.

Imitadora de voces, considera un privilegio haber trabajado en la mayoría de nuestra televisión con su voz y visualidad para niños, pero también radiales, formándoles valores por su alto alcance educativo, con Celia Torriente, Enriqueta Almanza y otros excelentes asesores vinculados al Ministerio de Educación, a las instituciones de seguridad vial y a la Policía Nacional Revolucionaria, aportando canciones que se han dejado de utilizar, pero algunas inducían ética sin didactismo, o hablaban de los colores del semáforo y de la seguridad peatonal, o sobre la cultura cubana, pero han mermado en nuestros medios. Sugiere por ejemplo, alguna canción con detalles sobre la flor nacional y crear con perspectivas a largo plazo, no hacer un programa igual para todos los niños, sino trabajar por edades, desde los párvulos hasta los de 6to grado para mayor motivación y entendimiento: son distintas etapas infantiles bien identificadas, y se lamenta cuando se ignoran, que falte pensamiento científico y de grupo, además de las limitaciones económicas, que falten títeres representativos de lo cubano, como fueron Amigo, Pelusín y Cúcara, o aquella tonada Con sombrero de yarey, son muy importantes y se deben retomar aquellos espacios pero en los contextos actuales, para perdurar hay que adaptarse a las nuevas realidades y que los públicos se vean reflejados en ellos: pueden ser los mismos programas, sus nombres, objetivos y cierta forma, pero no iguales. Hizo Los Cuentos de Mamá Oca publicados hace más de un siglo, pero similares a los que hoy se cuentan, enriquecidos o adaptados a los intereses del público infantil actual.

Hay temas contemporáneos muy hermosos y metáforas con alto poder de sugerencia, pero se han dejado de escuchar muchas canciones infantiles con mensajes educativos extraordinarios; se pretende que los niños comprendan la importancia del ahorro pero ya no se tararea “Apaga la luz Lulú”. El juego es muy importante educador, pero hay todo un repertorio casi olvidado, letras memorables de creaciones y cita a Mirta Aguirre; se les habla de la Patria pero no se les canta “Cuba, ay, mi Cubita, cómo te quiero”, que considera preciosa; falta poesía infantil sobre todo en los medios y particularmente, en la televisión.

En los espectáculos para niños es muy importante el respeto, mucha naturalidad y mucha humildad; hay reservas con los espectáculos en la comunidad pero los defiende muchísimo como punto de partida para saber satisfacer al público infantil, por dónde van su pensamiento e intereses según sus contextos que cambian de un barrio a otro, de una casa a otra; nos parecen iguales todos los niños pero no lo son, ni perciben el mismo espectáculo de la misma manera: no es lo mismo en una sala especializada que en un lugar abierto tan complejo con intercambio en vivo y en directo del artista con su público, de mucha proximidad, donde los padres se formaron con una programación infantil en que se cantaba y se jugaba, y quieren que sus hijos lo experimenten también, y es inteligente vincularlos en la trama de los niños, pero sin supervisión constante de qué se dice, cómo se dice y para quién se dice se puede adulterar la función; en un teatro no pasa tan fácilmente porque hay una concepción más completa y todo está más escrito.

A partir de una actuación es posible lograr un diagnóstico de una comunidad, saber si funciona la biblioteca local, si los niños leen o ven televisión o son adictos al celular o si son maltratados y ahí se puede hilar el guion del espectáculo, por esa comunicación y diálogo con los niños se pueden identificar muchas situaciones que quizás en conversaciones directas nadie las dice, pero para eso los niños tienen que ver en ese artista un amigo que los hace disfrutar y les enseña, sin didactismos, espectáculo al fin y no una clase lectiva, y para hablarles de lo que sea hay que ponerse en el lugar de esos niños, en su visión del mundo y la realidad que pueden estar viviendo, salvar siempre al niño por eso cuidar todo lo que se le hable, si no puede solucionarlo que no lo angustie más, darle una lección pero mediante la alegría y el juego, nunca por la ausencia ni el dolor.

Y ejemplifica: al hospital no se puede entrar preguntando cómo se sienten ni la están pasando, eso los pondría frente a sus dramas; ni en instituciones para niños sin amparo filial cuidado al hablar de mamá y papá, sino enfatizarles los amigos como gran familia. El lugar donde actuamos condiciona lo que se presenta. Cuando se desdibuja la frontera entre la belleza y el encanto, y lo grotesco a fuerza de querer resultar gracioso, es que se han olvidado de los niños y se han ido al cabaret perdiéndolo todo, trasgreden límites si el payaso animador figura principal no ve el sentido de todas sus expresiones, mientras se privilegian letras de reguerón en espectáculos infantiles. Los celulares son la máquina de vapor de hoy, no son responsables de lo que se haga con ellos, el problema es su abuso y mal uso. Es muy bueno compartir canciones infantiles con el hijo mediante el móvil según la edad del niño, incorporándose a la escena infantil.

Ganó las Medallas Raúl Gómez García (1984, Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura) y 25 años del Icrt; tres Premios Uneac 1984, 1986 y 1987; Premios “Mi Programa Favorito” (Organización de Pioneros José Martí) 1985, 1986, 1987, 1988 y 1991, y Premio Actuar por la Obra de la Vida (2018, de manos del director de la agencia que premia, Jorge Luis Frías Armenteros); se auto-considera que “no coge mucha lucha”, divertida, alegre, entusiasta, que gusta tocar piano y guitarra, compartir con su familia, construir con sus nietos sus propias fábulas y secretos. La receta para tanto éxito la descubrimos cuando sugiere amar lo que se hace, vivirlo todo entregando el corazón, olvidarse del mundo cuando actúa, echar a un lado toda tristeza y frustración lo que ayuda mucho en la vida, aunque nos regañen nuestros hijos y nietos ser siempre la niña, esa etapa llena de inocencia en la que muchos fuimos felices; como confesó a Moreno: “Nunca he dejado de sentirme niña”.

Radio Cubana

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