Fidel Castro llegó a la ciudad de Santiago de Cuba con solo seis años. Allí se impresionó mucho, le pareció enorme, y también afirmaría años más tarde que la primera ciudad que vio en su vida fue Santiago.


“Muy cerca de la zona donde vivía, en la Loma del Intendente, en el Tivolí, estaba por aquel entonces el Instituto de Segunda Enseñanza y Fidel fue testigo de los atropellos de la policía contra los estudiantes, también en los últimos meses de la caída de Machado se dieron protestas del pueblo, explotaron bombas y toda la efervescencia que se generó en torno a ello lo marcó y dejó su huella en él.

“Además, esta ciudad tiene una tradición rebelde que va con la idiosincrasia de sus habitantes, ese ambiente circundaba al niño, quien mostró en varias oportunidades su rebeldía, una condición propia del revolucionario; no se puede ser tal si uno no se rebela contra lo injusto, contra el abuso, contra lo mal hecho, y eso hizo él en reiteradas ocasiones.

“Se rebeló contra la familia que lo tenía bajo su tutela pero que le hacía pasar privaciones y necesidades, transgredió dogmas establecidos en el colegio La Salle para lograr ser alumno interno como era su deseo, arremetió a patadas y piñazos contra el inspector de allí que constantemente lo maltrataba físicamente… en fin fueron varios los momentos de rebeldía que salieron a flote en él mientras vivía en Santiago de Cuba, algunos de las cuales se narran con detalles en el libro Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet .
“Del mismo modo, esa primera estancia aquí le sirve de muchas maneras, conoce la ciudad, sus calles, sus alrededores, el lomerío, la bahía, hay un acercamiento a escenarios sobre los que tiempo después volvería sus pasos”.

En la década del cincuenta Fidel pensó en Santiago de Cuba como destino para comenzar a resolver los problemas de la Patria, y allí lideró uno de los hechos históricos más trascendentes de nuestras luchas: el asalto al Cuartel Moncada.

“Tengo el presentimiento de que no se sabe fallar en Santiago de Cuba”, dijo el propio Fidel en fecha tan significativa como el primero de enero de 1959, y tal vaticinio está patente en los vínculos entre esta ciudad, su gente y el líder de la Revolución.


Y conocida la huida del tirano, Fidel en Palma Soriano habló para trasmitir su proclama y sentenciaba:
¡Esta vez los mambises entrarán a Santiago de Cuba! Santiago de Cuba: serás libre porque te lo mereces más que ninguna otra, y porque es indigno que por tus calles se paseen todavía los defensores de la tiranía.

“‘Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución’, sentenciaba Fidel aquel primero de enero desde el balcón del Ayuntamiento, un sitio al cual regresó en 1984 para hacer público el otorgamiento a esta tierra del título honorífico de Ciudad Héroe de la República de Cuba y de la Orden Antonio Maceo, coronando el momento con palabras del alma: ‘A ti te honramos especialmente hoy, y contigo a todo nuestro pueblo, que (…) se simboliza en ti. ¡Que siempre sean ejemplo de todos los cubanos tu heroísmo, tu patriotismo y tu espíritu revolucionario! ¡Que siempre sea la consigna heroica de nuestro pueblo lo que aquí aprendimos: Patria o Muerte! ¡Que siempre nos espere lo que aquí conocimos aquel glorioso Primero de Enero: la victoria! ¡Gracias, Santiago!’
“Tiempo después esa profunda afinidad entre Fidel, Santiago y su gente vuelve a alzarse con visos insospechados justo en octubre de 1991 con la celebración del 4to congreso del Partido, el único que se ha hecho fuera de la capital del país, realizado en una etapa decisiva, en el contexto del derrumbe del campo socialista, con muchos en Miami preparando maletas para entrar a una Cuba supuestamente nueva, sin revolución, en fin, en medio de circunstancias especiales se realizó aquel encuentro de los comunistas.

Las visitas a Santiago de Cuba van desde 1959 hasta el 2003, última visita encontrada en las páginas de la prensa escrita. Se recogen momentos en los diferentes municipios de la provincia en visitas a hospitales, inauguraciones de obras y eventos importantes.
“No fue sino Santiago la escogida para un congreso en armas, como lo calificara Fidel, quien otra vez apela simbólicamente a la ciudad, la cual, una vez más, se mostró como bastión de la patria.


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