Santiago, cuando pienso en ti…

Cuando pienso en Santiago, pienso en una maestra que me enseñó a leer, que me enseñó a vivir. Pienso en Daysi Cué, la dama de El Caney, la vindicadora de Plácido. En mi colega Nereyda Barceló, la guerrillera de la ternura. En Tayseth Fuentes, heroína de estos días difíciles. En Teresa Melo y los locos ―es decir los poetas― que traspasan las puertas.

En Nancy, en Dagoberto, en los “Dos Viejos Pánicos” que han dejado pedazos en cada rincón de la ciudad.  En Eduardo Delgado, danzando entre los libros. Eduardo Rivero, el Ogún eterno, danzando por las calles. Y en Guzmán Cabrales,  atravesando el aire con su voz:  Domingo a las once. En Eva Griñán, sosteniendo las claves, cantando a Alberto Villalón en la Casa de la Trova. Y pienso en Matamoros, en Don Miguel, susurrándole bajito a Mercedes Cuevas en el Tivolí:

Dime que ya eres libre

como es el viento.

Dime que no me quieres,

que ya me olvidas…

Cuando pienso, cuando lo hago, se me aparece Doña Guiomar, María Elena, mi novia de la televisión en blanco y negro,  con su corpiño y su flor a la cabeza. Aguilera Vicente, en su gabán, desafiando la lluvia en Padre Pico. Y Rolando González, con una caracola en la solapa.

Santiago, con tus soles ardo. Bajo por tus lomas, subo tus pretorios, me encuentro con Soler, clandestino; con Yunier, el chico de los libros; con Sara Inés Fernández, la dama de las fechas; con Frank País, enamorado, antes de la metralla;  con Aquiles y su guitarra, con Pedro Gómez, con un minúsculo pedazo de papel. Está naciendo una canción:

Calle Enramada mayor

novia de nuestra ciudad

populosa arteria principal

de mi Santiago….

Cuando pienso, Santiago, en tus abrazos, en tus mordidas. Cuando pienso, empecinado, en tu gente roja, blanca, negra, verde. Cuando pienso en tus ojos. Cuando pienso en ti.

(Tomado de Cubaperiodistas y reactualizado para esta ocasión)

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