Santiago Feliú y su antológico Para Bárbara

 Hay autores a los que les basta una sola composición para consagrarse. Después, por mucho que produzcan mejores canciones que aquella que lo hizo famoso, esa lo perseguirá por los escenarios y el público se la pedirá en cada concierto.

Así le pasó a Santiago Feliú con Para Bárbara, el que escribió, recién casado y con 18 años, para su esposa. A pesar de que ese matrimonio durara apenas año y medio, el tema ha quedado como uno de los momentos más altos de la lírica neo trovadoresca cubana, y una de las composiciones que simbolizan el devenir de toda una generación. 

Cantada por jóvenes en todo el ámbito latinoamericano, Para Bárbara es hoy, junto a las más conocidas de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, una pieza infaltable en el repertorio de decenas de artistas, que van desde Xiomara Laugart hasta Moneda Dura, pasando por Haydee Milanés, el propio Silvio Rodríguez o el argentino Juan Carlos Baglietto, entre muchos otros.

Santi, como le decían sus íntimos al hermano de Vicente Feliú, nació en La Habana, el 29 de marzo de 1962, y murió de un infarto el 12 de febrero de 2014 en esa misma ciudad. Se sabe que el ambiente de trovadores y poetas en que se movía su hermano mayor influenció al niño que a los 13 años presentó sus primeras composiciones en el entorno familiar, e hizo que Silvio se le acercara y le brindara sus primeras lecciones sobre composición musical. 

Desde ese momento, comenzó un febril proceso de creación que le valdría el sobrenombre de El eléctrico por sus familiares y amigos, que se fue acentuando hacia sus 16 años y que 2 primaveras después, en medio de un novelesco rapto de amor, produjo el tema Para Bárbara. 

De una poesía sin ambages, que sin renunciar a las palabras cotidianas llega a plantear versos como “límpida brisa, de lirismo inevitable, soplo de sueños que en mi verso se derrama”, este tema es una muestra del sentimiento poético que marcó a la joven cancionística cubana en las décadas del sesenta, setenta y ochenta, que aunque muchos hoy echan en falta, quedan ahí, en la historia de nuestro arte, como remanentes, como poso infinito del amor al que un día nos decidimos a cantar.    

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