Eusebio, siempre LEAL

Casi no habrá que decir sus méritos. Pocos como él bordaron la palabra, amaron a su ciudad y a su país. Pocos como él, defendieron la trascendencia del pasado, el fulgor de la historia encarnado en las columnas, en las rejas, en los hechos, en la gente.

El destino me reservó la suerte de coincidir varias veces con Eusebio Leal Spengler, el Historiador de La Habana. En cierta ocasión, en que paseaba por la calle de madera de la capital cubana, escuché su voz inconfundible, su pasión desbordada mientras le mostraba la ciudad a una delegación visitante. Aguardé callado, jubiloso.

Pude abrazarlo durante mi participación en el curso “Medios para comunicar el patrimonio” que tenía entre sus auspiciadores a la Oficina del Historiador, la Universidad de La Habana, la Unión de Periodistas de Cuba y la Unesco. Lo recuerdo caminando por una plaza de La Habana Vieja, emocionado ante una obra que tanto ayudó a preservar y que, gracias a personas de su altura, fuera declarada Patrimonio de la Humanidad.

Pocas veces he vivido la historia como cuando leí Carlos Manuel de Céspedes: El Diario Perdido. Eusebio Leal calibra en toda su dimensión el espíritu del héroe. Tenía la capacidad de aprehender los tiempos idos y entregárnoslo en el presente, con sus luces y desatinos.

La última vez que lo vi, fue durante el IX Congreso de la UNEAC, el pasado año. Me presenté simplemente como un santiaguero y él apretó mis manos. En 2015, había escuchado, había aplaudido su canto a la ciudad donde nací, durante la Sesión Solemne de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Santiago de Cuba, por los 500 años de su fundación.

Eusebio Leal Spengler nos lega una obra sólida, humana, memoriosa. Su oratoria y esa mirada que siempre conmovía al tiempo, nunca nos dejarán de acompañar.

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