Este 31 de marzo celebraremos todos el Día del Libro Cubano, fecha en la que se recuerda la creación de la Imprenta Nacional. Efectuada en el mismo año 1959, a solo semanas del triunfo revolucionario, su fundación se considera como una de las decisiones culturales de mayor relevancia del naciente proceso, y que manifestaba muy claramente los intereses sociales y culturales de su dirigencia.
Para llevar adelante la magna obra fue elegido Alejo Carpentier, uno de los intelectuales cubanos de más prestigio en todo el continente, quien como primer proyecto asumió una edición masiva del Quijote.
Coincidentemente, Carpentier era también uno de los pensadores de más relevancia en el campo de la crítica y los estudios musicológicos, con su insoslayable obra La música en Cuba.
El sistema editorial cubano, producto de esa primera Imprenta Nacional, ha sido el vehículo idóneo para la aparición de innumerables obras sobre la música en Cuba, con autores como Radamés Giro y su Diccionario Biobibliográfico de la música cubana; Helio Orovio con otro material imprescindible: Diccionario de la Música Cubana; María Teresa Linares y su texto La música y el pueblo; y Joaquín Borges Triana con La luz, bróder, la luz.
Actualmente, la producción de los numerosos sellos editoriales del país, tanto especializados en música como los que no, recogen una variedad de diccionarios biobibliográficos, estudios históricos de figuras y fenómenos, y crítica musical, demasiado extensa para resumirla en estos párrafos.
Aun así, nos atrevemos a sugerirle, por ejemplo, Chano Pozo. La vida, de Rosa Marquetti; Siempre Compay, de Lino Betancourt; Omara Portuondo: los ángeles también cantan, de Oscar Oramas; Trovadores de la herejía, de Bladimir Zamora, y Elige tú que canto yo, de Leonardo Acosta.
Por eso hoy, los apasionados de la lectura y de la música, celebramos el advenimiento de un aniversario más del Día del Libro Cubano, porque entendemos muy bien la conexión implícita entre ambas manifestaciones.
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