En un alarde de romanticismo, alguien dijo una vez que la forma de la guitarra se inspiraba en el cuerpo de la mujer. Aunque exagerada, la frase pegó, porque se sabe que un buen por ciento de la música tiene como objetivo cantar a la mitad más linda de la humanidad.
En la música santiaguera, la mujer ha sido una notable inspiración. Desde aquella María Cristina obsesiva y dominante que inspiró una de las composiciones más famosas de Ñico Saquito, pasando por la Macusa idolatrada de Compay Segundo hasta llegar a la Imandra de Felipón, muchos autores de la tierra caliente han marcado el cancionero con temas imperecederos.
Pero las santiagueras no se han limitado a ser adorados motivos de inspiración, ni muñequitas frágiles de las de asomarse al balcón en la noche calurosa para ver quien rasga la guitarra. También han sido partícipes notables, cuando no imprescindibles, del pentagrama local.
Quizás baste mencionar los nombres de Esperancita Ibis y Eva Griñán, dos de las voces más reconocibles del cancionero romántico de esta ciudad, que pasearon su voz por la Isla y el mundo diciendo a las claras de dónde venían.
O reparar en que, si Santiago es reconocida como la ciudad coral de la música cubana, se debe al trabajo de hombres como Electo Silva, pero también de su alumna Daría Abreu al frente del Orfeón, así como de la maestra Delvis Rodríguez, fundadora y directora del prestigioso coro Música Áurea.
Y a mujeres como Liliana Casanellas, María Teresa Puig y Yorisel Andino, debemos mucho del conocimiento de nuestra historia musical y del entendimiento, a través de la crítica, de una significativa parte de nuestros procesos culturales.
Y no es solo inspiración, historia pasada o crítica e investigación. Cualquier noche el Salón de los Grandes desborda con Morena Son, la Sala Dolores con Griselle Gómez o Giselle Lage, y el Club de Jazz o el patio de la AHS con Adriana Aseff.
Por eso, este ocho de marzo, cuando con satisfacción celebramos los éxitos femeninos, entonemos todos una canción que nos alegre. Estemos seguros de que las mujeres sabrán unirse a nuestro canto.
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