Que me digan feo

Definitivamente, el poblado de San Luis es más importante de lo que parece a simple vista. Quien pasara por allí, de camino por la autopista, apenas podría reparar en su entrada polvorienta y su estrecha calle central, que se pierde en la distancia, antes de seguir su viaje. Pero quien conoce el lugar, y su historia, podría contarle a ese viajero despistado de la mucha gente importante que allí ha visto la luz. Desde el Titán de Bronce en 1845, a Félix B. Caignet en 1892, y Enrique Bonne el 15 de junio de 1926.

A Bonne muchos lo consideran un genio callado, por lo poco que hoy se sabe de él. Con mucho, los atentos al panorama cultural de Santiago de Cuba pueden referir su trabajo con su Orquesta de Tambores, pero no mucho más. Pero ese señor, con cara de abuelo benévolo, fue uno de los compositores de más puntería de nuestra música popular, tan perseguido por los directores musicales como el público que los acechaba.

Hijo de José Bonne Moirano, trabajador del Ingenio azucarero Unión, y de Engracia Castillo Griñant, representante del conservatorio Orbón en San Luis y Palma Soriano y profesora de piano, nunca se ha sabido mucho de la formación académica de Bonne mucho más de la lógica suposición de que le llegó directa por la vía materna. Lo que sí se tiene muy claro, es que ya en 1951, con apenas 25 años, el espigado muchachón de los Bonne era noticia en San Luis, Palma Soriano y Santiago, al saberse que Italian boy, un chachachá de su inspiración, sería grabado nada más y nada menos que por René del Mar y su Conjunto, de Santiago, y por la Orquesta Hermanos Castro, de La Habana.  

A partir de entonces, el éxito sería común para las composiciones de Enrique Bonne, con números registrados por la orquesta de Mariano Mercerón, que en 1953 graba el “Chachachá de la Reina” interpretado por Pacho Alonso. Justamente él sería el cantante que más fama le daría, sobre todo entre los santiagueros. Ahí están piezas antológicas como No quiero piedra en mi camino, que todavía hoy alguien puede cantar de arriba abajo; Que me digan feo, que fue un éxito en todos los carnavales de esta ciudad; y A cualquiera se le muere un tío, que es casi un refrán popular entre santiagueros.

Por si fuera poco, Enrique Bonne colocó temas con la orquesta Aragón, la Estrellas Cubanas, Fernando Álvarez, Rosita Fornés, Elena Burke, Ramón Calzadilla, y, no faltaba más, con su hijo Ángel Bonne, que grabó la magnífica Usted volverá a pasar.

Pero todo esto no es ni la mitad de lo que ha hecho nuestro querido Maestro. Porque todavía le faltaba entregarnos todo un ritmo, el pilón, con el que Pacho Alonso alcanzó notables cotas de popularidad. Y todavía más, porque en los ochenta, se dedicó a experimentar con el complejo de ritmos afrocubanos con su Orquesta de tambores, que le valió numerosos reconocimientos y participaciones en los más sonados eventos de la música latina, y compartir escenarios con Farah María, Rosita Fornés, Rafael Somavilla, Adolfo Guzmán o el puertorriqueño Ismael Miranda.

Ajeno a la gloria, hoy se le ve tranquilo en su casa del Reparto Sueño, como si su fama se debiera a que su hijo cantó con Los Van Van. Pero nosotros, que lo conocemos y sabemos de su humildad, y que reconocemos la importancia insólita de su trabajo, no solo le decimos hoy, día de su cumpleaños Felicidades. También le decimos gracias.  

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