Una banda sonora para tu vida

 Sería difícil imaginar al cine sin música. Incluso cuando no tenía sonido, las presentaciones se hacían acompañar de una orquesta o de un fonógrafo. Con la incorporación de la banda sonora al celuloide, el séptimo arte como espectáculo ganó en calidad y se convirtió en esa memoria del futuro que todos conocemos. 

Hoy, cuando el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) cumple 62 años de fundado, vienen a la mente esas melodías que han marcado la historia del cine nacional y hasta son recordadas muchas veces, más que las películas para las que fueron creadas.

Es así como en una tarde lenta y gris, de esas en que está nublado pero no llueve, recordamos la melancólica banda sonora de Fresa y chocolate. Con las notas desconsoladas de esa flauta, vuelve a nosotros la imagen del amor perdido y la nostalgia por aquella amistad de adolescentes, viendo la ciudad que se desentiende de nosotros.

Pero todo puede ser al revés y empezar a bailar desde las primeras escenas de Los pájaros tirándole a la escopeta, que engarza personajes y situaciones con el bajo bigotón de Juan Formell y Los Van Van. 

Ese es el poder de la banda sonora. En muchas ocasiones saltan del celuloide o la sala oscura y se instalan ahí, en la memoria del público, y en ocasiones terminan convirtiéndose ellas mismas en un estado de ánimo o en una metáfora de algo mayor que la propia película, como lo demuestra la rara agitación que sienten muchos al escuchar los acordes de un filme como Clandestinos. 

Puede pasar, además, que un autor, a pesar de una historia en la composición e interpretación de lopopular, llegan a la fama por sus obras para cine. Es el caso de Edesio Alejandro, creador de la música para esa cinta antes nombrada, que le valió un Premio coral del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, y repetido con suite Habana y el mismo director, Fernando Pérez.  

Otros artistas, como José María Vitier, con una dilatada carrera en la música culta, entregan una tras otra bandas sonoras inolvidables, como la ya citada de Fresa y chocolate o mejor, la que acompaña al propio Festival de Cine Latinoamericano, conocida como la Suite de las Américas.

Y en este grupo no podía faltar Leo Brower, quien, además de legarnos piezas como la que musicaliza Un día de noviembre, de Octavio Cortázar, es el responsable, junto a Silvio Rodríguez, de las canciones que acompañan anuestro querido Elpidio Valdés.

Por eso, en esta fecha en que actores, directores, asesores, productores y todo el personal vinculado al cine en nuestro país celebra los 62 años del ICAIC, hay que felicitarlos a ellos, pero también a quienes desde la soledad de sus partituras, ponen sonido a nuestros sueños.     

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