Amadeo Roldán: música cubana con sabor a África

Este dos de marzo se conmemora el aniversario 82 de fallecido uno de los más grandes artistas de nuestro país. Se trata de Amadeo Roldán, francés de nacimiento pero acogido en esta tierra caribeña desde su juventud. 

Amadeo Roldán es un nombre conocido sin embargo, quizás muchos nos sepan de su gran aporte a la cultura nacional. A él le debemos, por ejemplo, la incorporación de instrumentos afrocubanos a composiciones clásicas. No por gusto musicólogos lo consideran el iniciador del arte moderno sinfónico en Cuba, al darle verdadero protagonismo a esa influencia africana en la obra musical. 

Como casi todo artista, la niñez de Roldán estuvo marcada por las enseñanzas que le dieron los mejores maestros y los mejores colegios de música en Europa. Y con ese bagaje llegó a La Habana, lugar en el que crearía sus mejores obras. 

En tierra cubana formó parte de las Orquestas Sinfónica y Filarmónica de La Habana, y de esta última llegó a ser su director; fue profesor de varias instituciones musicales, labor que según cuentan desarrollaba con especial entrega; desarrolló una interesante labor como organizador de conciertos gracias a los cuales se escucharon aquí por primera vez a autores como Claude Debussy, Manuel de Falla, Maurice Ravel e Igor Stravinsky. 

Sobre su obra ahí están, para disfrute y orgullonuestro, Tres pequeños poemas (Oriental, Pregón y Fiesta Negra) estrenados en 1926 y que a poco de su estreno fueron incluidos en el repertorio de la Orquesta Sinfónica de Cleveland, Estados Unidos. Está igualmente la pieza La Rebambaramba, de 1928, para muchos su obra maestra, y que fuera catalogada como un musicorama multicolor, y ejecutada en México, Colombia, Alemania, Francia… está también su célebre serie titulada Rítmicas, compuesta en 1930 para flauta, oboe, fagot, trompeta y piano; también su inigualable Motivos del son, basados en los poemas de Nicolás Guillén. 

Como muchos grandes, Amadeo Roldán murió en la cúspide de su carrera artística. Solo tenía 38 años y un cáncer acabó con su vida. Cuánto más pudo haber aportado a la música cubana, a la cultura nacional, si su existencia se hubiera prolongado en el tiempo. Por fortuna, ahí tenemos su vasta obra, su inmenso legado, y de nuestra parte queda entonces el homenaje perenne cuando se hable de esa multiculturalidad que nos define como cubanos.

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