“EL SUBLIME MANJAR DE LA CUBANÍA, donde la censura y quienes la cosechan, no deben tener cabida”

A propósito de los sesenta años de Palabras a los intelectuales, el profesor Vladimir Martínez Savón, dirige una carta a sus alumnos.

A la distancia de 60 años de haberse pronunciado las Palabras a los intelectuales por parte del indiscutible líder de nuestra Revolución, se hace necesario reflexionar acerca de ciertos aspectos tratados en este histórico encuentro, sobre todo en uno que, desde el mismo triunfo hasta la actualidad, ha constituido tema de debate ―con no pocos malos entendidos― como lo es el tema de la censura en Cuba, pero del que siempre es fructífero esclarecer.

Me complace extraordinariamente ante el goce pleno de mis años vividos y la luz que los mismos me aportan, exponer de manera respetuosa mi modesto punto de vista, esperando que en algo contribuya a robustecer su percepción y juicio crítico ―sin desdeñar jamás el dulce recuerdo de mi inquieta juventud―, la cual veo reflejada en muchos de ustedes, artistas en formación. Sobre todas las cosas, jamás pretendería imponer mi criterio sino, llamarlos a la reflexión y al arribo de sabias conclusiones desde el estudio de estas Palabras a los intelectuales.

No haré la historia de la Revolución, es sabida por los buenos cubanos; pero si es necesario acotar que nuestro caimán se puede jactar de tener intelectuales de alto vuelo que han vertido su savia a la glorificación y formación de nuestra cubanía, que no es más que la esencia medular de nuestra cultura. Altos e imprescindibles nombres graban la etapa colonial: José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive, José Antonio Saco, el gran maestro de verbo fulgurante Félix Varela y en la cúspide el más universal de todos los cubanos, José Martí ―el sanador de todos los agravios y las intenciones veleidosas― que la colonia hubiese propinado a la integridad de la cultura no solo de Cuba, sino de la América toda.

La República mediatizada igualmente muestra estirpe y templanza en el vigor juvenil de Mella, Villena, Juan Marinello y Raúl Roa, sumando los imprescindibles nombres de artistas, pintores y que conformaron la vanguardia artística de ese controversial período.

El 1° de enero de 1959 implicó un cambio radical en el modo de vida de cada cubano, más aun, sin temor a equivocarme, a los artistas e intelectuales que venían desarrollando su obra en un sistema social y económico radicalmente opuesto a lo planteado por la naciente Revolución. Implicó salir de la apacible zona de confort y chocar con una nueva ideología que los convidaba a un desconocido cambio impostergable, en la cual décadas de pensamiento eran transformadas en días y el momento  dubitativo no tenía cabida. Como es lógico que ocurra en estas coincidencias históricas, los intelectuales ―con esa intrínseca carga de transformación―, muestran sus puntos de vista: incertidumbre, unos; desaprobación, otros. 

Eusebio Leal y María Dolores Ortiz, dos intelectuales cuyas obras han engrandecido nuestra cultura, desde una universal cubanía

La especificidad de los hechos que impulsaron este encuentro de intelectuales en la Biblioteca Nacional José Martí, queda por cuenta de ustedes el documentarse.  ¡¿Qué el encuentro fue intenso, candente, polémico, controvertido?!… ¡Lo fue!… De eso no existe la más mínima duda. Ahí se encontraba el más elevado pensamiento cubano de ese momento, ahí se encontraba en juego la esencia de nuestra cultura y su continuidad; pero la inteligencia y capacidad de aglutinar del joven Primer Ministro, Fidel Castro Ruz, fue decisiva. Lo que ahí planteara Fidel, sentaría las bases para la política cultural de la Revolución.

Ahora bien, estudiantes, para comenzar a abordar el tema que nos ocupa pienso se hace necesario extraer de esas palabras lo que modestamente pienso sea la médula de las mismas:

Aquí se señaló, con acierto, el caso de muchos escritores y artistas que no eran revolucionarios, pero que sin embargo eran escritores y artistas honestos, que además querían ayudar a la Revolución, que además a la Revolución le interesaba su ayuda; que querían trabajar para la Revolución y que a su vez a la Revolución le interesaba que ellos aportaran sus conocimientos y su esfuerzo en beneficio de la misma […]

A él lo que le preocupaba era saber si podía escribir de acuerdo con esos sentimientos o de acuerdo con esa ideología que no era precisamente la ideología de la Revolución. Que él estaba de acuerdo con la Revolución en las cuestiones económicas o sociales, pero que tenía una posición filosófica distinta de la filosofía de la Revolución. Y ese es un caso digno de tenerse muy en cuenta, porque es precisamente un caso representativo del género de escritores y de artistas que muestran una disposición favorable hacia la Revolución y desean saber qué grado de libertad tienen dentro de las condiciones revolucionarias, para expresarse de acuerdo con sus sentimientos. Ese es el sector que constituye para la Revolución un problema, de la misma manera que la Revolución constituye para ellos un problema y es deber de la Revolución preocuparse por esos casos; es deber de la Revolución preocuparse por la situación de esos artistas y de esos escritores, porque la Revolución debe tener la aspiración de que no sólo marchen junto a ella todos los revolucionarios, todos los artistas e intelectuales revolucionarios. Es posible que los hombres y las mujeres que tengan una actitud realmente revolucionaria ante la realidad no constituyan el sector mayoritario de la población; los revolucionarios son la vanguardia del pueblo, pero los revolucionarios deben aspirar a que marche junto a ellos todo el pueblo […] la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario. La Revolución debe tratar de ganar para sus ideas la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no sólo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que, aunque no sean revolucionarios, es decir, que, aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, estén con ella. La Revolución sólo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios. Y la Revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo; la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene que comprender esa realidad y, por lo tanto, debe actuar de manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentre dentro de la Revolución un campo donde trabajar y crear y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tenga oportunidad y libertad para expresarse, dentro de la Revolución. Esto significa que, dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie. […] la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella.

[…] ¿Que se han producido críticas duras? ¡Quién lo duda! Y en cierto sentido aquí se planteó un problema que no vamos a tener la pretensión de dilucidar en dos palabras. Pero creo que de las cosas que se plantearon aquí, una de las más correctas es que el espíritu de la crítica debía ser constructivo, debía ser positivo y no destructor […] Por algo la palabra crítica ha venido a hacerse sinónimo de ataque, cuando realmente no significa semejante cosa.

Palabras sabias y precisas la de ese joven frente al gran intelecto cubano, y ante esto pregunto: ¿No es acaso Fidel Castro, uno de los mayores intelectuales de talla mundial que ha dado el siglo XX? Precisamente el tiempo lo demostró, su nombre se inscribe en el parnaso de los hombres de pensamiento raigal y profundo de pensamiento universal, de ahí que la frase Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada, es de lo más elevado e inclusivo, desconoce totalmente la censura y la discriminación.

La imperfección es propia de los procesos humanos, lograr la armonía entre el discurso y la realidad, hacer valer el pensamiento cimero del líder cuesta, ha de estarse a la altura de esas palabras, arroparse con ellas; hay que parecerse un poco a ellas para hacerlas valer, se necesitaba coraje para poner en práctica esta ideología.

Lamentablemente, años de oscurantismos cercenaron con la dolorosa daga de la censura a muchos de nuestros artistas e intelectuales, las triquiñuelas y desidia de muchos, pusieron hosco velo a la creación, eso lo sabemos, es algo de lo que siempre se comenta; pero en lo que bajo ningún concepto estoy de acuerdo es en arrastrar ―de lo que exhorto a no olvidar―, en convertirlo en  asidero; pues un alma adolorida y resentida, nunca estará presta a la creación.

Martí según la mirada de Hermainoy Villa

A los que de manera indiscriminada y superficial coartan con la frase, ante el más absoluto desconocimiento de su esencia inclusiva, los convido al estudio de las Palabras a los intelectuales, de esas palabras que invitan, que impulsan, que incitan a comprender la creación justamente opuesta de la censura, a estos indolentes le riposto con palabra martiana:

¡Mejor caer bajo los excesos del carácter imperfecto de nuestros compatriotas, que valerse del crédito adquirido con las armas o las de las palabras que rebajarles el carácter! Este mi único título a esos cariños que han venido a robustecer mis manos incansables en el servicio de la verdadera libertad. ¡Muérdanmelas los mismos a quienes anhelase yo levantar más y ¡no miento! Amaré la mordida porque me viene de la furia de mi propia tierra, y porque en ella veré bravo y rebelde a un corazón cubano.

Estimados alumnos: encender el fogón puede cualquiera, pero; aderezar el ajiaco de la cubanía, ahí donde borbotea nuestra cultura, echar los sutiles condimentos y precisos ingredientes, eso no, solo noble alma de cubano. Hay que saber tener el fino olfato para separar el odio, la desidia, ahí en esta olla no deben caer jamás: esta cocción nuestra es fuente inagotable de inspiración, de creación en la obtención del sublime manjar, es donde la censura y quienes la cosechan, no deben tener cabida.

Sin otro asunto a tratar y en espera de la utilidad de mis palabras, su profesor.

Vladimir Martínez Savón

DEL AUTOR /  Vladimir Martínez Savón (Santiago de Cuba, 1975) Máster en Ciencias de Estudios Cubanos y del Caribe, Licenciado en Educación (Artes Plásticas), profesor de la Universidad de las Artes y de la Escuela Provincial de Arte José María Heredia. Director artístico, productor de espectáculos musicales y especialista en maquillaje. Técnico medio en Servicios de Belleza (Politécnico Félix Pena). Autor de los títulos Rostros en la escena, máscaras útiles y bellas (Ediciones Santiago, 2007), El rostro y la escena (Editorial Oriente, 2013) y Maquillarte con arte (Editorial Oriente, 2016).

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