Pepín Vaillant: recordando a un santiaguero universal

Recientemente se cumplieron 20 años del fallecimiento de un santiaguero universal, un verdadero showman, como sería conocido en sus años de gloria. Se trata de Pepín Vaillant, un trompetista nacido en el reparto Flores del Santiago de Cuba de 1929 y quien a pesar de toda la gloria alcanzada aquí y en otras tierras, es muy poco conocido y recordado.

Pepín Vaillant fue de esos artistas a los que el éxito les fue llegando poco a poco, ganado con su talento incuestionable al tocar la trompeta, pero también con la gracia de su actuar en el escenario. Para algunos, como el maestro Bernardo Chauvín Villalón, Chovén, José Felipe Vaillant era algo extravagante y aun así no dudó en asumirlo en su orquesta. 

Cuentan quienes lo conocieron, o trabajaron con él o disfrutaron de su música, que la inquieta personalidad de este artista le impedía mantener la sobriedad que exige ser parte de una banda. Siempre sobresalía y no pocos lo llegaron a calificar, para bien, como un gran excéntrico musical. 

Antes de partir a La Habana, Pepín Vaillant trabajó con la Mariano Mercerón, con la Chpeín-Chovén. Luego en la capital del país hizo carrera con el conjunto Todos Estrellas, también brevemente con Pacho Alonso, por solo citar algunas.

París, Francia, fue sin embargo el pináculo de su carrera artística. Según reseña Rosa Marqueti en su artículo “Pepín Vaillant: retrato de un showman con trompeta”, la crítica llegó a nombrarlo un duende en las noches parisinas. Allí, y también en Italia y España, se hacía presentar como Pepín El Caballo, y los anuncios de sus espectáculos lo describían como “único en el mundo”. Era todo un performance en el que además de tocar la trompeta, cantaba y bailaba, como mínimo. Su dominio de la escena, su carisma, su cubanía y su talento, lo llevan incluso a actuar como trompetista en la orquesta del famoso Moulan Rougue.

Mencionar aquí todos sus éxitos, sus conquistas en los escenarios europeos durante años, sería imposible. Qué falta haría, qué homenaje tan merecido, qué gratitud tan bien ganada, sería –para empezar- recoger su obra en un texto al que puedan acceder aquellos que no lo conocieron. Porque sabrían además que a todo ese talento que lo precedía, estaba también su trato campechano, y hasta su acento oriental, el que mantenía a pesar de su vida cosmopolita. Qué orgullo de Santiago.

Se cuenta que al Triunfo de la Revolución, cuando muchos artistas salieron del país, él hizoel viaje a la inversa y con 34 años llegó a La Habana. Desde entonces, y aunque siguió viajando al exterior como parte de brigadas artísticas, regresó a su país natal. Finalmente, las circunstancias, incomprensiones, desavenencias, lo hacen retornar a su Santiago conocido. Y aquí viviría hasta su muerte el 21 de febrero del 2001. Un tiempo antes, y gracias al director de cine Karim Didri, Pepín Vaillant tuvo lo que podría considerarse su testamento audiovisual al aparecer en el documental Cuba feliz. 

Unos años antes de su fallecimiento, recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Sello de Laureado de la Cultura Cubana. Pudo ser más. Sirva este espacio para que, aunque mínimo, se recuerde a ese grande que fue Pepín Vaillant, un santiaguero universal, un hombre espectáculo al que hay que agradecer, junto a otros, que el nombre de esta ciudad esté en la lista de las que acunaron a grandes músicos, para Cuba y para el mundo.

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