DAGOBERTO, 81

¿Cuántas  veces habré hablado, habré visto, habré aplaudido a Dagoberto Gaínza Pérez y a su partenaire  inseparable, Nancy Campos? Es ella quien ha dicho ―y ha dicho bien―, que las calles y las tablas de esta ciudad han de tener guardadas  sus palabras y latiendo, sus gestos.

Suma cada anécdotas este caballero larguirucho… como aquella en que corporizaba a un indio y recibe una llamada urgente. Salió disparado a tomar un transporte, sin reparar demasiado en su escaso atuendo. Un loco suelto en Santiago de Cuba…

Dagoberto Gaínza es, a estas alturas, una leyenda. Es un espejo. Nació en estos calores, el 9 de marzo, hace hoy justo 81 años. Conjunto Dramático de Oriente, Cabildo Teatral Santiago, Calibán Teatro, A dos manos. Ahí dejó parte de su pellejo. Y lo sigue dejando.

(Nancy Campos y Dagoberto Gaínza en la representación de un fragmento de Dos Viejos Pánicos en el espacio Piel Adentro, Teatro Macubá, Santiago de Cuba. Foto: Belice Blanco Garcés)

Un largo desfile de teatro universal y vernáculo, le acompañan: El Macho y el Guanajo, Gepetto, Juan Jaragán, Tartufo, Comedia a la antigua… Rindió al Festival de Camagüey, rindió a Cuba con Dos Viejos Pánicos de Virgilio Piñera, bajo la dirección del inolvidable Ramiro Herrero. Nancy era Tota. Dagoberto, Tabo. ¡Qué dos personajes tragados por el miedo!

Se fue a México, al Festival Cervantino. Se fue a Venezuela, a los barrios. Se fue al Festival de Almagro, se fue a Cádiz.  Ese último pasaje fue particularmente conmovedor, pues debió sustituir a Albio Paz, quien acababa de fallecer. Debió subir con todas sus energías, con todo el duelo a cuestas. Subir a un caballo enorme en la piel de Quijote en la tierra del Quijote.

Lo adivino en la mítica cinta La primera carga al machete (Manuel Octavio Gómez, 1969). Lo recuerdo ante las piedras del río, intentando adivinar el futuro, como el guía de los Maceo en Baraguá (José Massip, 1986).

Interpretó al Generalísimo en el audiovisual En busca de Máximo Gómez (Carlos Padrón, 1986) Cedió su cuerpo y más, para que habitara el irreductible guerrero, el padre transido de dolor ante la muerte del hijo. Le exigió, incluso, extirparse una verruga del rostro. Le exigió tanto. La obra mereció para sus protagonistas, una condecoración del Consejo de Estado.

(Nancy y Dagoberto, dos espíritus para respetar. Foto: Belice Blanco Garcés)

“Más del teatro que de nuestras propias vidas”

Ya ha perdido la cuenta de cuantas veces ha sido candidato  al Premio Nacional de Teatro. Es hora ya, hace mucho es hora de que lo atesore. Me arriesgo a proponer el tándem, al dueto, la pareja escénica y vital de Dagoberto y Nancy para ese galardón. Sería lo justo, justísimo, coherente. Cuando algunos ya recogen, ellos siguen tercos, apasionados, guerrilleros, magníficos. Y ahí está ahora mismo el grupo A dos manos, que ambos encabezan.

Dejemos que la dama hable: “He estado al lado de Dagoberto con toda su experiencia y con todo mi amor. Nuestras vidas ha sido más del teatro que de nuestras propias vidas, siempre hablando de trabajo, de lo que vamos a hacer, discutiendo ―incluso, a veces, hasta hacernos daño―, pero hemos logrado cosas, hemos ayudado a muchos y lo más importante, aquí seguimos”.

Nada ha podido con el Santo Patrono de Santiago de Cuba que un día Dagoberto incorporó en sustitución de Héctor Echemendía. Un día y para siempre. El de la obra de Raúl Pomares, De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra. Un especial Santiago Apóstol, que se transformó de santo guerrero en mambí, el del sombrero insurrecto, aquel que salta a acompañar a su gente, a su ciudad.

Dagoberto Gaínza hace desfilar al Santo Patrono en cada carnaval. El rostro blanco. La espada de Apóstol, curva como los mares, curva como montañas. Y ahí va a sus 81, erguido, con su paso perpetuo, con su historia, con sus asombros. Y todos con él.

(Imagen destacada: Vitto Giorgio)

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